domingo, 25 de noviembre de 2012

Los riesgos de no vacunarse


Hoy en día, en los países desarrollados, y cogiendo como ejemplo a nuestro país, resulta casi extraño encontrarnos a niños o adultos que están sin vacunar, por lo menos entre aquellos que  tienen acceso a este servicio del sistema sanitario. Cierto es que hace unos años los niños que no estaban vacunados solían pertenecer a familias que tenían pocos recursos económicos, algo que por desgracia sigue ocurriendo hoy por hoy, pero en general, las coberturas vacunales eran bastante extensas, estando la mayoría de los niños vacunados contra aquellas enfermedades que estaban incluidas en los calendarios de vacunación.

Con todo, España es un país con una tasa de vacunación infantil muy elevada, lo que nos lleva a pensar que, a pesar de las diversas opiniones sobre este tema, la población está en general concienciada de la importancia de las vacunas y, por consecuente, de la importancia de vacunar en especial a bebés y niños.

Sin embargo, en los últimos años se ha estado generando una corriente “anti-vacunas” entre personas de un estatus económico y social elevado que no quieren que sus hijos sean vacunados. Las alegaciones que manifiestan son diversas: las vacunas no son seguras, las vacunas no son efectivas, tienen diversos efectos secundarios adversos, etc. Esta decisión perjudica, no solo a nivel individual a aquellos niños que no son vacunados porque sus padres así lo deciden, sino que también a nivel colectivo al hacer que las tasas de vacunación disminuyan, pues en consecuencia, se ponen en peligro los cimientos de la inmunidad de grupo y enfermedades que parecían casi controladas podrían volver a emerger.

Así pues, no vacunar a los niños pone en peligro tanto la salud (e incluso vida) de estos como la de toda la población. El dejar de vacunar a los niños, así como de vacunarnos nosotros mismos hace que echemos por la borda años de trabajo, investigación, inversión y lucha contra numerosas enfermedades que hoy por hoy podrían estar a punto de ser erradicadas.

No tiene sentido discutirle a esas corrientes anti-vacunas los efectos adversos que puedan tener muchas vacunas, porque los tienen (y ya no menciono el poner en cuestión su efectividad y seguridad, pues eso los datos lo corroboran), pero cabría hacerles preguntarse si valdría la pena pasar por esos efectos secundarios (si se diesen) antes que por la propia enfermedad. En este caso el remedio SÍ es mejor que la enfermedad, no se confundan.

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