Existen diversas situaciones en
las que el sistema inmune está comprometido, incluyendo inmunodeficiencias
congénitas, infecciones VIH, leucemias, linfomas, uso de esteroides, etc. En
algunas de estas situaciones los afectados están severamente inmunodeprimidos,
mientras que en otras su estado inmunitario dependerá del estadio evolutivo y
del seguimiento del tratamiento.
En estos pacientes la
inmunización tiene especial interés ya que presentan una mayor frecuencia y
gravedad de infecciones prevenibles por la vacunación.
De forma general, podemos
considerar dos tipos de vacunas: las
constituidas por agentes muertos o
inactivados, las anatoxinas y las vacunas polisacarídicas, que no plantean problemas de tolerancia y
seguridad y pueden ser administradas siguiendo las mismas normas que para
la población sana, aunque pueden no ser tan efectivas como en ésta; y las compuestas por agentes vivos-atenuados,
que inicialmente están contraindicadas
ya que éstas sí podrían inducir
alteraciones importantes en personas inmunocomprometidas.
Con ambos tipos de vacuna pueden
ser necesarias dosis mayores de vacuna y
mayor frecuencia de refuerzos, ya que en los niños inmunocomprometidos
éstas son menos eficaces y generan menos anticuerpos, lo que podría ser un
problema.
Es importante que en todas las personas en las que se prevea una inmunodepresión
(transplantes, tratamientos esteroideos…) se
complete el calendario vacunal antes de la misma, para lo que se pueden utilizar
esquemas de vacunación acelerada.
A efectos prácticos las personas
inmunocomprometidas pueden ser divididas en tres grupos: niños con inmunodepresión grave no asociada a VIH,
niños
con infección VIH y enfermos con
déficit inmunológicos variables.
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